La obligaron a firmar un
documento por el cual debería pagar de manera mensual 2.000 Bs., a favor de su
suplente. Al no haberlo hecho, enfrenta un proceso judicial ejecutivo por
cobro de un crédito que nunca le concedieron.
Con la mirada
cabizbaja, y un profundo dolor que nace desde lo más profundo de su ser, Lidia,
cuenta la odisea que le toca vivir por haber desplazado de la titularidad a un
hombre.
Lidia Plata, es una mujer
valiente que a sus 45 años se atrevió a candidatear y ganar una concejalía en
el Municipio de Pucarani, Provincia Los Andes del departamento de La Paz. Un esposo
incomprensivo, e incluso la envidia de algunas concejales jóvenes, y la
persecución política de la que es víctima todos estos años han logrado mermar
la alegría de su rostro, mas no así su fuerza interior que la anima a seguir en
la batalla.
Su odisea comenzó cuando gano
las internas del partido político a la que pertenece, siendo elegida como
candidata a Concejala Titular por el municipio de Pucarani. Había recibido el
apoyo de varias organizaciones sociales, tales como Bartolina Sisa, las Centrales
y Sub centrales y sindicatos agrarios de su sector; a su vez el ahora concejal
suplente, también había recibido apoyo de las organizaciones de su sector; pero
debido a la alternancia en los cargos entre hombres y mujeres
(establecida por el articulo 210 de la CPE) Lidia, fue elegida como candidata
titular logrando ganar una concejalía en las pasadas elecciones sub-nacionales
del pasado 29 de marzo de 2015.
Desde un inicio Juan C. (su
suplente), le pidió que declinara la candidatura a su favor, ante la negativa
de Lidia, comenzó
a ejercer actos de intimidación y chantajes de diversa naturaleza. Es más, con
la complicidad de algunos allegados días antes de las elecciones pretendió
hacerla borrar de las listas de candidatos ante el OEP para en su lugar inscribir
a una partidaria suya con quien había pactado el relevo.
Al no lograr su propósito, Juan
C., con el apoyo de algunos malos dirigentes sindicales, el pasado 15 de mayo
de 2015, en inmediaciones de la Ceja de El Alto, cuando Lidia, se disponía a
retornar a su comunidad luego de haber recibido la credencial en dependencias
del Órgano Electoral Plurinacional, fue obligada a firmar un documento privado
por el cual se hacía figurar como si el suplente le hubiera otorgado un
préstamo de Bs., 120.000, teniendo que pagar 2.000 Bs., cada mes, (el 50 % de
su sueldo). Inmediatamente ese documento fraudulento fue elevado ante
notario de fe pública para su reconocimiento de firmas.
Lidia, debería
entregar mensualmente 2.000 Bs., de su sueldo de Concejal a favor de su
suplente, “si no firmas este documento tus hijos pueden
prepararse para llorar a su mamá…” fueron las palabras
del agresor para lograr que la mujer accediera a su pedido. Fueron
días de angustia e impotencia, durante varios meses Lidia, calló lo ocurrido,
tenía vergüenza y temor de contar que su agresor la había apretado fuertemente
de sus pechos y la había amenazado con atentar contra la vida de sus parientes,
para obligarla a firmar ese documento. Pero ahora que su suplente, le inicio un
proceso ejecutivo pretendiendo cobrar los supuestos Bs. 120.000 que
supuestamente le había prestado, tiene que sacar fuerzas de flaqueza para
enfrentar el proceso judicial.
Desde hace dos años, Lidia,
atraviesa una penosa travesía en procura de alcanzar justicia. Denuncio el
hecho ante el Ministerio Publico por los delitos de Acoso Político Contra
Mujeres y Violencia Política Contra Mujeres contemplados en los artículos
148 Bis. y artículo 148 ter., del Código Penal boliviano; pero ahí tropezó con
otro gran problema, la burocracia y la corrupción del sistema judicial, aunque
no pierde la esperanza de que las autoridades judiciales actúen con ética y en
sujeción a la legalidad. Aunque, ahora recibe el apoyo de su familia, siente
temor por lo que podría ocurrir más adelante, pues recibió amenazas del
agresor.
“A veces me arrepiento de haber
nacido mujer, tal vez si fuera hombre me tratarían mejor” “creen por ser mujer
y campesina que no puedo hacerlo bien” dice con melancolía. Refiere
que solo curso un par de años en la escuela y por eso incluso algunos de sus
propios compañeros de partido creyeron que no era capaz de ocupar la
vicepresidencia del Concejo, pero con esfuerzo demostró lo contrario.
El dolor la hizo
más fuerte, levanta la mirada y agrega, que no se rendirá, “Hace
rato hubiera renunciado, pero veo a otras mujeres campesinas como yo, que se
aguantan los abusos del marido, de los hermanos, incluso de los propios padres
que hacen diferencia entre hijos e hijas… eso debe cambiar» agrega.
Lidia, cuenta que
por ejemplo, en materia de distribución de la tierra, los hijos varones
poseen mayor cantidad de tierras y la hija debe conformarse con el pedazo que
le conceden de manera simbólica, porque dicen que la mujer ira a la casa del
marido y esa práctica es muy común en las comunidades, la mujeres que osen en
reclamar pueden llegar a ser aborrecidas por la familia y la propia
comunidad, “no quiero que eso continúe, también tenemos
derecho a ser tratadas por igual y ocupar cargos importantes, quizás no
sea profesional, pero al menos trabajo con honestidad” agrega.
Esta es una de las tantas
historias de mujeres que desafiaron el sistema y son víctimas del machismo y la
intolerancia que continua vigente en muchos municipios rurales de Bolivia.
A pesar de la existencia de diversas normas que sancionan este tipo de
conductas, sigue la errónea creencia de que el hombre debería ocupar cargos
jerárquicos. Lamentablemente, en las
comunidades rurales y en parte de la población boliviana, continua latente el
machismo obcecado. Un tema pendiente sobre el
cual se debe seguir trabajando.
Indudablemente,
no se puede generalizar, y decir que todos los hombres del municipio de Los
Andes, son machistas, no, de ninguna manera, son unos cuantos que no terminan
de entender que es mejor avanzar juntos, que ninguno es superior o inferior por
el simple hecho de ser hombre o mujer.
por. Bosco Catari