DAÑO COLATERAL
EL REENCUENTRO…
Cae la noche sobre la ciudad, lo que aparentaba un plácido atardecer se
convirtió en una tarde lluviosa, y la lluvia se transformó en tormenta. Con
semejante panorama Diego, no tenía otro deseo que llegar cuanto antes a casa,
pero el viento, la lluvia torrencial, dificultaba el caminar, más aún cuando en
sus espaldas cargaba la guitarra. Apresuró los pasos, pero de nada sirvió,
porque no había servicio de transporte, esperó aproximadamente una hora para
abordar el bus; su osado conductor había desafiado la tormenta para salir a
prestar sus servicios.
El
“Trueno” un viejo Dodge, atravesó la carretera a toda velocidad,
Diego, con la mirada extraviada, recordaba la presentación con el grupo que no
fue como había imaginado, la trivialidad y la hipocresía de la gente lo tenía
desanimado. El bus, llegó a lo que antes fuera la tranca de peaje, todavía caía
una intensa lluvia, el chofer abrió la puerta y rápidamente varias personas
subieron, acomodándose en los asientos, sin embargo, nadie se atrevió a
sentarse junto a Diego, cosa que no era novedad, porque la gente siempre le
teme a lo desconocido.
El chofer re-emprendió la marcha,
cuando de repente entre la niebla aparecieron tres figuras haciendo señas para
que el bus se detuviera. Eran dos varones y una mujer, el chofer paró, no sin
antes tocar la bocina de manera estrepitosa como muestra de su fastidio.
Diego,
no se percató de su aspecto cuando ella se sentó a su lado, uno de los hombres
con el que iba, con fuerte aliento alcohólico, trató de arrastrarla al fondo,
más ella le lanzó una mirada furibunda quedándose al lado de Diego.
Tenía la mirada extraviada en el horizonte, el panorama blanquecino que a esa
hora empezaba a mostrar la ciudad extasiaba incluso al más parco de los que
viajaban en el bus. La lluvia se había transformado en nevada.
Un leve quejido semejante al lamento
del corazón llamó la atención de Diego, notó que la mujer que estaba a su lado
se limpiaba la mejilla. Diego, pensó – “son gotas de la lluvia que mojó su
cabeza”. Se equivocó, la mujer estaba llorando. Al mirarla su asombro fue tan
grande que tuvo que sostenerme del asiento para no caer. Era ella ¡Daniela!… no
lo podía creer, ¿De qué se trata esto? – Dijo para sí, “alguna ironía del
destino” agregó.
Allí estaba, sentada a su lado,
Daniela, la mujer a la que había amado tanto, aquella que por algún capricho de
la vida no había logrado borrar de su mente a pesar del tiempo transcurrido.
Estaba tan cerca que podía escuchar su respiración. Intento decir algo, mas no
pudo, y solo la contemplo como un inanimado.
El rostro húmedo por el cual rodaban
algunas lágrimas junto con el agua que escurría de su cabeza, le daban un
aspecto triste. Se miraron y el tiempo pareció detenerse, a la mente de Diego,
volvieron como en una película los recuerdos de aquella relación… la sonrisa
cómplice con la que solía celebrar las bromas, las ocurrencias, la habilidad
para cantar y jugar al fútbol.
Recordó aquella vez que Daniela,
lloró recordando su infancia, él había intentado abrazarla, mas ella pidió
respetar su dolor, entonces el joven solo atino a dar vueltas a su alrededor
como un león enjaulado sin poder hacer nada, ante el cachorro que se encontraba
atrapado en un pozo profundo. Retorno a su mente, aquella tarde gris en la que
por última vez caminaron rumbo a la terminal. La triste separación de dos almas
que vencidas por el orgullo que no habían aprendido a pedir perdón.
La mirada triste de Daniela, parecía
pedir a gritos que la abrazara. Estuvo a punto de hacerlo, decirle lo mucho que
aun la amaba, que sería capaz de ofrendar su vida si fuera necesario con tal de
verla feliz, que no permitiría jamás que nadie la lastimara, iba a pronunciar
aquello, cuando el “Trueno” se detuvo bruscamente, el movimiento los devolvió a
la dura realidad, ella bajó la mirada. Habían sido simplemente un par de
segundos los que se miraron, pero para Diego parecieron una eternidad.
Minutos
después, cruzaron nuevamente las miradas, no sé si pensaron lo mismo, pero la
mirada angustiada de la mujer daba a entender que no podían permitir que el
orgullo les robara otra vez la felicidad. ¿Y si escapamos de aquel bus? Estaban
cerca de la puerta, no sería difícil desaparecer en la oscuridad, aquellos
hombres embobados por el alcohol tardarían en darse cuenta – parecían decirse
al unisonó ambos.
La palabra cordura surgió de improviso, pero quién era esta señora para
entrometerse ahora, ¡¡ahora no!! Parecía repetir Diego en su mente. Sin
embargo, se escuchó diciendo a sí mismo –ya no eres un adolescente,
¡compórtate! Pero ¿Por qué lloraba ella?, ¿Quiénes eran aquellos hombres?
¿Acaso alguno de ellos era su esposo? Luego, como despertando de un letargo
profundo, bajo la cabeza y fijo la mirada en el horizonte.
Al llegar a la Ceja, unos de los
hombres que había subido con la mujer se acercó al chofer para anunciar, “Nos
quedamos en la esquina”, Daniela, no dijo nada, como autómata se puso de pie y
caminó rumbo a la puerta, solo al bajar volteo la mirada, como diciendo, “por favor
Diego, ayúdame”. Los hombres que iban con ella se negaron a pagar el servicio
de transporte y el chofer tuvo un altercado con ellos, como no logró que le
pagaran el pasaje les lanzó un par insultos y maldiciones y re-emprendió la
marcha.
Diego, miró por la ventana, solo
hasta entonces advirtió que Daniela, llevaba una falda corta y una blusa
delgada que apenas alcanzaba a cubrir su espalda.Súbitamente, se levantó del
asiento y ordenó al chofer ¡detenga el bus!, el hombre del volante lo miró
extrañado por un momento, luego con aparente fastidio detuvo a “Trueno” abrió
la puerta y Diego bajo corriendo…
Continuará…
* Bus antiguo que aun presta
servicios en algunas villas de la ciudad de El Alto.
Bosco Catari Yujra