lunes, 16 de enero de 2012

LEYENDA DE LA MUJER INCA

QHANA WARA

Cuentan que cierta vez una joven pastora apareció encinta, mas por el temor de la reprimenda de sus parientes, jamás revelo del nacimiento de su hija. Día tras día la pastora solía llevar sus ovejas, vacas y burros a un cerro solitario y misterioso, fue ahí donde conoció a un desconocido y apuesto joven de quien se enamoró, fruto de aquella relación nació Qhana Wara (Estrella brillante) una niña muy hermosa y alegre.
Cuando la niña se hizo adolescente su madre la llevo con su abuela, mas ésta no quiso admitir que aquella joven fuera su nieta, pues según ella jamás su hija estuvo encinta. Los parientes de la pastora al enterarse de “la deshonra” que representaba en aquel tiempo ser madre soltera, la castigaron tan severamente, que un día ésta enfermo muriendo algunos días después Qhana Wara quedo sola y desamparada, sintiendo el rechazo de sus abuelos, decidió huir a los cerros, quedándose a vivir allí.


Eran tiempos difíciles los colonizadores españoles asediaban como perros hambrientos en busca del metal precioso.  Ya en ese entonces la joven se había transformado en una mujer muy hermosa. Tenía el aspecto de una soberana, lucia altiva trajes con colores vivos, adornados con hilos de oro. Los pobladores de la región creían que ella era hija de los incas por lo que empezaron a denominarla Qhana Wara, “la mujer  inca”. Cuentan que la muchacha al encontrarse sola en ese paraje solitario, tomo contacto con otro tipo de seres, de ahí que poseía una serie de poderes sobrenaturales. Su fama se extendió por toda la región, decían que ella podía hacer que las rocas corrieran como si fueran ovejas al son de su honda, así como de ser la guardián de Thawaku Qòta*, una pequeña laguna en la cima del cerro donde se presumía que existía abundante oro.


Aquello despertó la intriga de los conquistadores, por ello la mandaron a llamar en reiteradas ocasiones, para que la joven se presentara ante el conquistador, mas Qhana Wara nunca hizo caso a tales invitaciones pues según ella, era libre como el viento del altiplano. Las convocatorias continuaron en diferentes tonos hasta llegar a una orden expresa de presentarse inmediatamente ante el Virrey bajo amenaza de ser juzgada como conspiradora de la corona, y posteriormente ser condenada a muerte por tal afrenta, más como en anteriores ocasiones no hubo respuesta alguna.
Irritados por los constantes desaires los conquistadores rodearon a la muchacha en el cerro de Thawaku Qòta,. Fue una batalla desigual, 200 hombres contra una joven que apenas superaba los 20 años, Qhana Wara hizo que las piedras aplastaran a decenas de españoles. El angurriento conquistador anoticiado de que aquel cerro poseía una riqueza incalculable no escatimo esfuerzos para tratar de apoderarse de tal fortuna, por ello ordeno reforzar el batallón con otros 200 hombres pues creía que varios indios tiraban las piedras desde los cerros. Finalmente una mañana lograron capturar a Qhana Wara. La traición de un vasallo que se hizo pasar por un humilde pastor fue primordial para la aprehensión. La leyenda cuenta que Qhana Wara tenía especial consideración por los pastores en memoria de su madre, por eso permitía que estos pastaran sus ganados en las cercanías del cerro sin recelo. El falso pastor develo el lugar donde se refugiaba la joven inca y ahí la acorralaron aquella madrugada.
Qhana Wara, mal herida, pronuncio unas palabras en lengua desconocida e inmediatamente como por arte de magia el oro que brillaba en orillas de aquella laguna y alrededores del cerro pareció esconderse. El conquistador ordeno azotar a la joven hasta que aparezca el oro, más la joven resistió valientemente el castigo y no dijo una palabra del tesoro, por el contrario esbozaba una sonrisa irónica ante la insistencia del verdugo. Furioso e impotente el español ordeno decapitar a la mujer. Qhana Wara conocedora del sufrimiento de su pueblo a raíz de la invasión de los sanguinarios y codiciosos conquistadores, decidió negociar el oro a cambio de que los españoles abandonaran la tierra de sus padres. Muy mal herida pidió como último deseo que después de su muerte, su sangre sea depositada en una vasija de barro y su cuerpo enterrado en aquel cerro a la mañana siguiente, asimismo una vez que los conquistadores se llevasen todo el oro que pudiesen cargar en sus hombros y los animales de carga, abandonen esas tierras dejando en libertad a los esclavos aborígenes. El oro volvió a brotar ante el asombro del conquistador, Qhana Wara, murió y su espíritu voló hacia el cielo a reunirse con sus hermanas, las estrellas.  
Había un pacto, sin embargo la ambición hizo que los verdugos obliguen inmediatamente a los nativos a subir al cerro en pos del oro. En ese afán la vasija de barro que contenía la sangre de Qhana Wara se derramo por la quebrada y súbitamente el metal precioso desapareció ante la mirada atónita de los españoles. Una fiebre extraña se apodero de los conquistadores y nativos, la sangre empezó a brotar por la nariz y ojos, el espanto se apodero de ellos por lo que despavoridos abandonaron el cerro.
Muchos años después otras expediciones trataron de encontrar el tesoro que guardaba el cerro, pero los esfuerzos fueron vanos.
Cuentan que por las noches de aquellos cerros, brillan luces fulgurantes como estrellas fugaces, mas nadie y menos los pobladores de aquella región se atreven hasta hoy a explorar por temor a la leyenda que guarda. Aunque hay alguno que otro pueblerino que asegura haber encontrado el metal precioso por los caminos de herradura, sin embargo hoy esta historia continua generando gran misterio.  

                * Thawaku Qòta – Laguna de la mujer joven

por: Bosco Catari Yujra

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