sábado, 18 de enero de 2020

NIÑOS DE LA CALLE EN LA CIUDAD DE EL ALTO


NIÑOS DE LA CALLE

El alcoholismo un problema sin solución en la ciudad de El Alto.

El reloj marca las seis de la mañana, el sol refleja sus primeros rayos sobre la ciudad de El Alto, aun se siente un intenso frío. A medida que pasan los minutos se incrementa el movimiento de personas y vehículos. Sin embargo, en inmediaciones de la multifuncional, de la Ceja de El Alto, un grupo de personas apenas cubiertos con cartones y algunos harapos duermen a la intemperie, son bebedores consuetudinarios, la mayoría jóvenes, incluso algunos adolescentes; entre ellos David (nombre ficticio) un muchacho de apenas 17 años que hace 5 años vive en las calles. Después de la muerte de su madre se quedó con sus tíos. Una pérdida de dinero fue la razón para que lo echaran a la calle. Quedó solo en el mundo, en las calles encontró a otras personas con infortunios parecidos al suyo, ahora ellos son su familia.

David (*), señala que la primera noche que pasó en la calle fue la más difícil de todas, tenía mucho miedo, sin un solo centavo en el bolsillo y con el estómago crujiéndole por el hambre. Caminaba sin rumbo, nunca antes había dormido en la calle, bueno, sí, aquella vez que el dueño de casa los echó a la calle por no pagar los alquileres, pero eso fue cuando tenía 4 años y él estaba con su mamá.


Con tan solo 12 años no sabía a donde ir, de repente se acordó que su madre siempre hablaba de un tío Felipe que vivía en el campo y que a veces venía a vender sus productos a la Ceja, así que fue a buscarlo.

Pregunto a las vendedoras que aún quedaban pero nadie lo había visto. Las calles se fueron vaciando a medida que pasaban las horas, busco infructuosamente a su tío, tenía la esperanza de que Felipe apareciera por algún lugar, pero el tio nunca apareció.

Cerca de las 2 de la mañana observó que unos tipos le pegaron a un señor que estaba borracho, se llevaron sus cosas. En aquel entonces David en su inocencia, no sabía porqué lo habian hecho; hoy cuenta que lo asaltaron. Añade “Tenía tanto sueño que opte por ocultarme debajo de una de las tarimas de la avenida Tihuanacu, de repente un golpe en mi cabeza me despertó, pensé que serían los serenos que cuidaban los puestos, pero no eran ellos, sino tres tipos malolientes y una mujer de muy mal aspecto”. Cuenta que, uno de ellos lo tomo de los cabellos a tiempo que le propinaba un golpe en el vientre ¿Qué carajo estás haciendo en nuestro territorio? Hazte pepa llokalla* de m…, fue lo siguiente que escuchó mientras recibía otro golpe en la cabeza. No entendía de lo que estaban hablando, ni la razón por la que lo pegaban… dice que, trató de explicarles que lo habían echado de la casa de sus tíos porque creían que había robado un dinero. “El Pato, les ha dicho, dejenlo al chico caraj… incluso se quiso sacar la m* con el Ranas, por eso dejaron de pegarme” añade David.

Se trataba de la Ceci, el Ranas, el Casimiro y el Pato, bebedores consuetudinarios o los llamados “indigentes”. Según David, seguramente ellos también creían que había robado el dinero, es así que lo llevaron a una de las casetas abandonadas de la riel (Avenida Panoramica sobre el borde la la ciudad de La Paz) y ahí lo rebuscaron hasta debajo de la lengua. Refiere, que el Ranas se puso furioso y lo obligó a beber aquel apestoso trago que le quemó la garganta. Aunque trató de huir, el Casimiro y la Ceci lo golpearon nuevamente para que dijera donde tenía escondido el dinero, lloró de impotencia, quería enfrentarse con esos sujetos, pero estaba tan cansado que no le quedaba fuerzas, cuenta que de no ser por el Pato, lo hubieran seguido golpeando. El Pato ha sacado su punta y les ha pegado a los otros, agrega

Desde aquel entonces David vive en las calles, aquel grupo de indigentes se convirtió en su familia, aunque dice que nunca mató a nadie, no niega que robó muchas veces para mantener el vicio del alcohol. “jefe yo no queria llegar a esto, a principio solo tomaba poco cuando me obligaban, despues lustraba zapatos y poco a poco he empezado a tomar y dormir en las calles, y como paraba mareado la gente ya no queria lustrarse conmigo y por eso empece a robar con el Pato, queria olvidarme de todo, a veces recuerdo a mi mamá y quisiera buscar a mi tio Felipe, pero asi como estoy no creo que me reciba, no tengo esperanza, nadie nos quiere, la gente nos mira mal, a veces quisiera morirme, pero…” se quiebra. ellos son mi familia, agrega señalando a otros hombres que beben mas alla

Cuenta que el Ranas murió en una pelea con otro indigente, “el Casimiro murió intoxicado, la Ceci se fue con otro grupo”, y no puede dejar caer unas lágrimas al recordar a su amigo Pato, “a mi amigo el Pato, se lo ha llevado la jura (refiriéndose a la policía) está en la cárcel por qué lo acusaron de matar a una persona, yo sé que no fue el, pero quien le va creer, la gente nos juzga por nuestro aspecto… pobre mi amigo”. llora.

Es una de las tantas historias de los miles de personas que viven en situación de calle.

David es un muchacho de tan solo 17 años, aunque aparenta más de 40. Su fuerte aliento alcohólico, aquel aspecto andrajoso, una tez quemada por el sol y el frio, las llagas de sus labios, y esas marcas indelebles en el rostro (secuelas de peleas), generan temor a primera vista, pero en realidad es solo un ser humano que sobrevive en las calles. Cuenta que caminan por las calles para no morir de frio, una triste realidad que estremece.

Es fácil criticar, juzgarlos por su aspecto, tildarlos de flojos, ladrones maleantes, y otros adjetivos calificativos, pero si nos detuviéramos a pensar que detrás de ese hombre o mujer en situación de calle hay una historia por lo general trágica, una vida que interiormente clama ayuda, tal vez evitaríamos tratarlos con tanto desprecio.

Son personas, que al igual que nosotros merecen una oportunidad. No basta con encerrarlos, castigarlos, ellos necesitan sanar las heridas del alma y como bien sabemos esas son las que más cuestan sanar.

En Bolivia de acuerdo a un informe de la CEPAL presentado el año 2012, hasta el 2009 el 22,4 % (2,4 millones) de la población estaba en situación de indigencia. Esta situación si bien se ha reducido gracias a las políticas sociales del gobierno del presidente Morales; sin embargo, miles de personas aún viven al margen de la extrema pobreza, peor aún muchas continúan en las calles, por lo que urgen políticas estatales de reinserción social, que les permitan a estas personas una oportunidad en la vida. Pero, no centros que asemejen centros penitenciarios, sino verdaderos centros de rehabilitación con infraestructura, equipos y profesionales capacitados que permitan la reinserción social.

David, cuenta que una vez estuvo en un centro de “rehabilitación en los yungas” pero huyó por el maltrató que recibía.

En Bolivia, los pocos centros de reinserción social para personas con problemas de drogas y el alcohol son por iniciativa privada. El Estado en todos sus niveles muestra una falencia enorme en el tratamiento de esta problemática, cuando debería ser todo lo contrario porque el alcoholismo ni duda cabe es uno de los problemas más serios que confronta nuestro país, sin olvidar que incide en gran manera en la inseguridad ciudadana.

Esta es simplemente una reflexión acerca de esta triste realidad.

                                              por: Bosco Catari Yujra.

·         Llokalla: voz aymara que significa niño, jovenzuelo, mozuelo

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