DAÑO COLATERAL
Mientras
Manuel, estaba sumido en una profunda tristeza, para Daniela, fueron días
intensos, Freddy podía hacer de ella cuanto se le antojara. La joven jamás
había imaginado llegar a aquellos moteles de cuarta, pero la pasión era más
fuerte que la vergüenza, se entregó por completo a aquel hombre, en el plasmo
todas sus fantasías y ansias de ser “amada”.
Pero la pasión y
la atracción física no son ninguna garantía para una relación duradera. Habían
transcurrido 10 meses desde la ruptura con Manuel, una mañana Daniela, despertó
un tanto asustada, notó algo raro en su cuerpo. Al principio pensó que era lo
de siempre, pues su carácter voluble y el estrés, ocasionaban que su ciclo
menstrual se alterase con facilidad, pero estaba equivocada, un análisis
confirmo su temor, ¡¡estaba embarazada de dos meses!! ¿Cómo pudo haberme
sucedido?, se dijo. Entre los planes de la joven, jamás paso por su mente tener
un hijo, ella solía decir con cierta soberbia “prefiero a un perro, que un
hijo”, pero en fin no estaba sola, o eso creía Daniela. Por la tarde al llegar
a la habitación que habían rentado, se lo comento a Freddy, pero éste
curiosamente no dio muestras de alegría o enfado, simplemente se limitó a
guardar silencio, no dijo nada… la muchacha presentía que algo no estaba bien.
Daniela y Freddy
siguieron por un par de meses más, la pasión fue mermando, dando paso a la
preocupación, a él parecía no importarle la angustia y los cambios biológicos
que se operaban en la joven, pues él era así, un mundo desconocido, aun para
Daniela.
En el tiempo que
permanecieron juntos, solo se habían ocupado de entregarse al idilio del amor,
descuidando lo venidero. Los ahorros que tenían se fueron terminando como el
agua que se va entre las manos. Un día, él salió afirmando que iba en pos de un
empleo y que volvería por ella, pero pasaron los días, los meses y nunca más
volvió. A un principio Daniela, se preocupó por Freddy, pues pensó que tal vez
le había ocurrido algo malo, pero dolorosamente tuvo que aceptar la idea de que
se había marchado de su lado.
Habían
transcurrido algunos meses, un día que recogía ropa para lavar encontró en lo
alto del armario, un sobre y en ella una carta de Freddy en la que escuetamente
explicaba su decisión: “Lamento marcharme así, todo era chévere mientras no
estabas embarazada, espero lo entiendas, sucede que yo no estoy preparado para
asumir una responsabilidad de ese tipo, debiste cuidarte, no es la manera de
tenerme a tu lado, además, no soy hombre para una sola mujer, adiós…” Daniela,
cayó de rodillas, como si en aquel instante el mundo se le viniera encima. No
lograba comprender lo sucedido, se cuestionó por haberse dejado dominar por el
placer, y aunque tenía información sobre los métodos anticonceptivos, su deseo
de ser amada no le permitió advertir los riesgos que conlleva una relación de
esa naturaleza. Se sintió utilizada, humillada, frustrada, el cinismo de aquel
sujeto que le había prometido amor verdadero y que ahora se desentendía de su
obligación le devolvieron a la cruda realidad.
Fueron días de
angustia, no sabía qué hacer, ni a donde ir. No podía pedir trabajo, pues según
ella nadie en su sano juicio emplearía a una embarazada. Los ahorros se le
agotaron, aumentando su angustia.
Daniela, busco
trabajo por toda la ciudad sin resultados favorables, era evidente, vivimos en
una sociedad hipócrita que cuestiona a los demás, pero a la hora de colaborar
al que necesita, solo se limita a poner excusas; la joven tuvo que vender
algunas cosas personales para pagar el mes que adeudaba de la habitación y con
el resto tomó el primer bus con destino a La Paz, a pesar su propio orgullo,
pues antes de irse de la casa de su madre había señalado que podía valerse por
sí misma y que no necesitaba de sus parientes.
Sus hermanas le
preguntaron por lo sucedido, no se animó a contarles nada. Solo su madre, que
al principio se sintió decepcionada, pero como toda madre hace con sus hijos,
le ofreció su regazo para calmar su dolor. Daniela lloró inconsolablemente
entre las faldas de esa mujer a la que había desoído. Había lastimado a alguien
que la quería en verdad y su vez fue herida por quien no merecía la pena. Trató
de escapar de la realidad, más en su huida solo cosechó angustia y dolor.
Con el
transcurrir de los días la joven se sentía más deprimida que nunca, veía como
su madre hacia grandes esfuerzos por lograr el sustento diario para la familia,
ella no pretendía ser una carga más, así que bajo cualquier pretexto salía a
las plazas aledañas esperando que pasen las horas, se preguntaba una y otra vez
¿Por qué me deje llevar? No puedo creer que me dejara engañar nuevamente, decía
quererme, pero solo quería mi cuerpo como ese otro maldito… repetía tristemente.
Quiso buscar a
Manuel, pues se enteró que seguía solo, pero sentía vergüenza, no podía
presentarse en ese estado. Por su lado el joven tímido, se había convertido en
un talentoso músico.
Llegó la temida
hora del parto, estaba bastante lejos de casa, de repente empezó a sentir un
dolor tan intenso que la hizo gritar, aquel dolor no era comparable a ningún
otro que haya podido sentir antes, se arrastró como pudo hasta una tienda
cercana, pedio ayuda, pero nadie la oyó, tal vez creyeron que se trataba de una
drogadicta, no se podía culpar a la tendera pues ese era el aspecto de la
joven, había descuidado bastante su arreglo personal. Con mucho esfuerzo logró
llegar al puesto de una señora que vendía frutas, quien al percatarse de su
estado llamó a una patrulla del 110 y así llegó al centro de salud, de donde se
comunicaron con su madre.
Al despertar,
Daniela, encontró al recién nacido que dormía plácidamente a su lado, una
melancolía inmensa se apoderó de su ser, sin embargo, algo llamó su atención, al
lado de la cama, había unas flores y un peluche de un cachorro con el rostro
triste, preguntó quién había traído esos regalos, se le hacía curioso, pues en
su mente no cabía la idea de que Freddy, hubiera reconsiderado su postura,
aunque no se podía descartar aquella posibilidad. Su madre le contó que por la
noche un hombre extraño había pedido visitarla a ella y el recién nacido, que
luego de mucho insistir había logrado ingresar a la habitación, donde solo
estuvo un par de minutos para luego marcharse sin decir nada dejando esos
presentes. Trató de indagar más sobre el extraño, pero no había más
referencias, solo que en su espalda cargaba una guitarra. ¡¡Será posible que
haya sido él!! dijo para sí.
Al cabo de unos
días regresó a la casa de su madre con Manuel entre sus brazos. Sus
hermanas se encargaron de llenar de cariño al pequeño, sin embargo, Daniela
seguía como sonámbula sin tomar conciencia de las necesidades del nuevo ser. No
se sentía capaz de cuidar del bebé, un profundo sentimiento de culpa nació en
ella al verlo tan pequeño e indefenso. Pensó en todos los riesgos que corren
los niños en manos de depravados. Los recuerdos de aquella noche pavorosa en la
que su padrastro abuso de ella, no la dejaban en paz, sentía un rechazo hacia
todos los hombres que se mostraban extremadamente amables, pues los consideraba
hipócritas que solo buscan el momento propicio para aprovecharse de seres
ingenuos, tal cual lo había hecho aquel a quien en su momento admiró como a su
propio padre.
Lo nombro Manuel,
porque a pesar de todo, ese era el nombre de lo único genuino que le paso, tal
vez era una manera de recordarlo. Sabía que aquel muchacho, aunque tímido y
lento en los avatares del amor es quien verdaderamente la había amado y que
ella por ese deseo de venganza hacia los hombres había dañado.
Continuara…
Bosco Catari Yujra